jueves, 26 de junio de 2008

De "El sueño de los héroes" - A. Bioy Casares

Poco antes del crepúsculo de esa misma tarde, cuando Gauna se disponía a salir, cayó un aguacero. El muchacho se quedó en el zaguán hasta que cesó la lluvia y entonces vio cómo los habituales colores de su barrio, el verde de los árboles, claro en el eucalipto que se estremecía en los fondos del baldío y más oscuro en los paraísos de la vereda, el blanco de las casas, el ocre de la mercería de la esquina, el rojo de los cartelones que todavía anunciaban el fracasado loteo de los terrenos, el azul del vidrio de la insignia de enfrente, emprendían una incontenible y conjugada vivificación, como si les llegara desde la profundidad de la tierra, una exaltación pánica. Gauna, habitualmente poco observador, notó el hecho y se dijo que debía contárselo a Clara. Es notable cómo una mujer querida puede educarnos, por un tiempo.

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