jueves, 20 de noviembre de 2008

"Protopoema" - José Saramago

Del ovillo enmarañado de la memoria, de la oscuridad, de los nudos ciegos, tiro de un hilo que me aparece suelto.
Lo libero poco a poco, con miedo de que se deshaga entre mis dedos.
Es un hilo largo, verde y azul, con olor a cieno, y tiene la blandura caliente del lodo vivo.
Es un río.
Me corre entre las manos, ahora mojadas. Toda el agua me pasa por entre las palmas abiertas, y de pronto no sé si las aguas nacen de mí o hacia mí fluyen.
Sigo tirando, no ya sólo memoria, sino el propio cuerpo del río.
Sobre mi piel navegan barcos, y soy también los barcos y el cielo que los cubre y los altos chopos que lentamente se deslizan sobre la película luminosa de los ojos.
Nadan peces en mi sangre y oscilan entre dos aguas como las llamadas imprecisas de la memoria.
Siento la fuerza de los brazos y la vara que los prolonga.
Al fondo del río y de mí, baja como un lento y firme latir del corazón.
Ahora el cielo está más cerca y cambió de color.
Y todo él es verde y sonoro porque de rama en rama despierta el canto de las aves.
Y cuando en un ancho espacio el barco se detiene, mi cuerpo desnudo brilla bajo el sol, entre el esplendor mayor que enciende la superficie de las aguas.
Allí se funden en una sola verdad los recuerdos confusos de la memoria y el bulto súbitamente anunciado del futuro.
Un ave sin nombre baja de no sé dónde y va a posarse callada sobre la proa rigurosa del barco.
Inmóvil, espero que toda el agua se bañe de azul y que las aves digan en las ramas por qué son altos los chopos y rumorosas sus hojas.
Entonces, cuerpo de barco y de río en la dimensión del hombre, sigo adelante hasta el dorado remanso que las espadas verticales circundan.
Allí, tres palmos enterraré mi vara hasta la piedra viva.
Habrá un silencio primordial cuando las manos se junten con las manos.
Después lo sabré todo.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

"La Verdad Sobre Los Ovnis"

Y ahí están. Espiándonos.

Nunca me gustaron las moscas. Sentí siempre una especie de aversión a ellas. Yo soy una mente superior y hoy, con mi súpercerebro hipersensorial he descubierto la raíz de ésa aversión.

Siempre creímos que las moscas eran pequeños insectos que tenían un montón de ojos y que gustaban de posar sobre la caca. Pero la Fortuna me ha puesto en éste mundo decadente para develar éste secreto: las moscas son naves extraterrestres que están llenas de diminutos e infames seres de otro planeta. Y ahí están. Espiándonos. Estudiándonos a fondo para tratar de, algún día, conquistar el mundo imperdonable que tan desatinadamente hemos forjado.

Sí. Y vosotros, simples humanoides, las miman, les envenenan sus circuitos ultradesarrollados y luego las acarician y besan. A los ovnis.

En éste preciso momento una nave extraterrestre me ha descubierto escribiendo secretos reveladores sobre sus verdaderas identidades y se acerca peligrosamente. Pero no, pero no, no volveré a caer mientras me cobijen mis amigos los sapos. Yo tengo un sapo que se llama Robertito que se come a los ovnis y en su estómago los azota con sus intestinos y les tira ácidos que destruyen sus circuitos híperavanzados, pero ya no sirve porque noto que se le seca la lengua y que el ovni (volá, volá) intenta sacarme de mis magistrales pensamientos.

Por eso seguiré hasta el fin con la misión que me fue encomendada por San Guchito: Destruir a las naves extraterrestres que se hacen llamar moscas. Retomaré contacto si sobrevivo. Cambio y fuera.