jueves, 27 de agosto de 2009

"Juan Raro" - Olaf Stapledon

El Skid cruzó el Ecuador e inició la exploración sistemática de los mares del Sur. Al cabo de algunas semanas, descubrió una isla conveniente, aunque diminuta. Estaba situada en e! interior de! ángulo formado por las rutas que, partiendo de Nueva Zelanda, se dirigen respectivamente a Panamá y al cabo de Hornos. Este descubrimiento fue realmente afortunado, casi providencial, pues la isla no figuraba en ningún mapa, y parecía haber surgido a la superficie en los últimos veinte años. No había en ella animales mamíferos ni reptiles, y la vegetación era aún escasa y uniforme. Sin embargo, estaba habitada. Un pequeño grupo de indígenas vivía allí de la pesca. De su hogar original habían traído plantas y árboles.

Nada supe de estos indígenas hasta que, mucho más tarde, visité la colonia.

- Eran criaturas sencillas y atractivas -me dijo Juan-, pero por supuesto, no podíamos permitir que nos molestaran. Hubiésemos podido, quizá, destruir sus recuerdos de la isla y de nosotros, y luego trasladarlos. Pero nuestra técnica para provocar el olvido era aún, a pesar de las enseñanzas de Langatsé, muy imperfecta. Además, ¿dónde podíamos dejar a los nativos sin encender la curiosidad de la gente? Si se quedaban en la isla, por otra parte, estorbarían nuestra obra, y les causaríamos un enorme daño espiritual. Decidimos, por lo tanto, destruirlos mediante cierta técnica hipnótica (o magia, si prefieres) que en aquellas mentes religiosas no podía fracasar. Los nativos nos habían recibido con una fiesta, a la que siguieron algunas danzas rituales. Cuando la excitación llegó a su clímax, Lo bailó para ellos. Y luego les dije, en su propio idioma, que éramos dioses, que necesitábamos la isla, y que debían levantar una pira funeraria, acostarse en ella, y morir contentos y felices. Así lo hicieron, hombres, mujeres y niños.

No puedo defender esta acción, pero señalaré que, si los invasores hubiesen pertenecido a la especie normal, habrían bautizado sin duda a los nativos, distribuyendo entre ellos libros devotos, ropas europeas, ron y un sinnúmero de enfermedades, y luego de haberlos esclavizado económicamente, habrían aplastado sus espíritus exhibiendo la superioridad trivial del hombre blanco. Por fin, cuando todos hubiesen muerto a causa del desaliento o la bebida, habrían llorado sobre sus tumbas.

1 comentario:

Zoso dijo...

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El Blog que inspiro a Luis Brandoni a filmar Esperando la Carroza 2 despues de una vasectomia

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