miércoles, 11 de marzo de 2009

"En Busca Del Tiempo Perdido" - M. Proust

Cuántas veces después de ese día, en mis paseos del lado de Guermantes, me pareció aún más desolador que antes no tener disposición para las letras, tener que renunciar para siempre a ser un escritor célebre. La pena que sentía, cuando me demoraba un poco para soñar apartado, me hacía sufrir tanto que, para no sentirla, espontáneamente y por una especie de inhibición ante el dolor, mi alma cesaba enteramente de pensar en los versos, en las novelas, en un porvenir poético sobre el cual mi falta de talento me prohibía contar. Entonces, aparte de todas aquellas preocupaciones literarias, sin tener nada que ver con ellas, de pronto un techo, el reflejo del sol sobre una piedra, el olor de un camino me hacían detener por el placer particular que me daban, y también porque tenían el aire de ocultar, más allá de lo que yo veía, alguna cosa que me invitaba a tomar y que pese a mis esfuerzos yo no lograba descubrir. Como yo sentía que se encontraba en ellos, permanecía allí inmóvil, mirando, respirando, procurando llegar con el pensamiento más allá dela imagen o del olor. Y si tenía que alcanzar a mi abuelo, seguir mi camino, procuraba volver a encontrar esa cosa cerrando los ojos; procuraba recordar exactamente la línea del techo, el matiz de la piedra que, sin que yo pudiera comprender por qué, me habían parecido llenos de algo, dispuestos a entreabrirse, a entregarme aquello de lo que sólo eran un estuche.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tal vez la comprensión llegue con otra fuerza que sobrepase la del pensamiento, ese producto de la mente, la manzana de la serpiente.